
— Maestro : ¡No puedo mover esa piedra!
– ¿Ya usaste toda tu fuerza?
— Sí, Maestro. Apliqué toda mi fuerza y no logro moverla.
– Discúlpame, pero….no creo que hayas usado, en verdad, toda tu fuerza.
–¿Por qué dices eso, Maestro?
– Porque a nadie has pedido que te ayude.
Muchas veces nuestra mayor fuerza estriba en reconocer nuestra debilidad; y, sobre todo, en tener la humildad de pedir la ayuda de otros.